Nuestro cuerpo es energía. Fluye. El aporte de energía es imprescindible para nuestra existencia y la canalizamos en nuestra actividad, con la que dejamos el rastro de nuestra existencia y presencia en este mundo.
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Una huella imperceptible, repetitiva sin llegar a serlo, sin rastro ni rostro. Una huella no permanente de nuestra frecuente presencia, renovable, olvidable, que no dejará constancia consciente de nuestra contínua presencia.
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